De entre todas las posibles historias narrables Julián Hernández volvió a tomar un cliché, no se trata sólo del tema homosexual, también de la forma y fondo. Hace unos años sorprendió (?) a muchos con su primer largometraje “Mil nubes de paz cercan el cielo…” (puntos suspensivos por que el título es tan largo como la película), en esta primer entrega nos habla de un joven que busca amor, ese que encontró y tuvo por poco tiempo y que lo dejó incompleto. Ahora en “El Cielo Dividido”, nos narra la historia de un amor tan común que sobra el tiempo para descubrir a dónde llevará la trama; Gerardo es un joven que vive enamorado de Jonas, quien dice amarlo también. Su relación no pasa del lugar común, la película no pasa del lugar común. Por casi una hora vemos la misma rutina: saludos, abrazos, besos, sexo…y así, tal vez para marcar y remarcar que se querían.
La película sigue su curso y vemos como la pareja comienza a estar en conflicto (vamos, ninguna historia de amor estaría completa sin esos momentos duros en que el espectador debe sorprenderse y tomar partido por alguno de los involucrados), así que aquí Jonas es quien da la pauta para que la relación termine, sus deseos, esos que todos tenemos, comienzan a buscar otras fuentes, otros lugares donde ser descargados. Y de pronto aparece Sergio, un eterno enamorado de Gerardo, que le da pie a creer que el amor, ese que creyó encontrar en Jonas, es posible. Lo demás es ya predecible…
La historia es un cliché, por supuesto; pero, y aquí seguramente el Sr. Merino no estará de acuerdo, no es tan mala aunque si muy vista, en cine y en cotidianeidad. Y ahí radica su mayor pecado, no encontré la necesidad de narrar esta historia, la justifico por su mensaje final, todos tenemos fascinación por liberar nuestros demonios de alguna manera, y el señor Hernández escogió esta película para liberar los suyos. Así pues “El Cielo Dividido”, con sus 144 minutos de duración, se queda corta, ¡qué ironía!.