3.4.07

Paul Thomas Anderson (o la putilla del rubor helado)

Eso de escribir por encargo, aunque sea propio invita a la inacción. Me prometí en un momento de entusiasmo, que claramente ya pasó, escribir 5 entradas sobre mis 5 directores de cine 'favoritos'. En esa lista se coló, quizás a causa del mismo entusiasmo, Paul Thomas Anderson. Y es que Anderson es una especie de sorpresa, que alguien nacido en Studio City (California) y con estudios en NYU haya sido capaz de hacer un par de buenas películas al menos nos da señales de que origen no es destino.

Anderson debuta en nuestros ojos con Boogie Nights, basada en el casi mito de Dirk Diggler, un personaje ficticio que encuentra paralelo en no pocos actores porno de aquella década de los sententas, libre de condones y pudores globalizantes, y plena en pulgadas. Boogie Nights acaparó la atención de la crítica y la audiencia no sólo por la ventanita que ofrecía al mundo del cine porno, sino por el casting: Mark Wahlberg (el mismísimo Marky Mark que nos cantaba en calzones aquello de las buenas vibraciones y que inició la fiebre calzonera de CK), Burt Reynolds, Julianne Moore, Heather Graham (tan en papel), y Philip Seymour Hofman.

La película no llega a ser buena, pero cumple honrosamente el propósito de contar una historia pueril con sobrado talento de escritura, edición y cinematografía, explorando a detalle cada uno de los personajes, sus excesos y su encuentro (nunca aleatorio) en torno a las pulgadas de Mr Diggler.

Dos años después (1999), Anderson dirige Magnolia, algo así como el climax de las historias entrelazadas como vértebra de un relato fílmico. Una formula iniciada, entre otros, por Atom Egoyan en Exotica y Robert Altman en Short Cuts y llevada al ridículo por Iñarritu en sus tres (tristes) largometrajes. Lo que otros exploran a medias (o llevan al ridículo), Anderson lo explora a plenitud, lo agota y lo concluye. No hay un vínculo único, trágico, simplón que una todas las historias. Personajes que se conectan por convenciones, estructuras narrativas y simple cotidianeidad. Los une, ¡ay ironía! ¡ay obviedad!, lo que une a todo el mundo: la soledad y la culpa. No es el aprendizaje a partir de las catástrofes, sugerido por Habermas (y citado por fumador1717 en su texto sobre Crash, un re-make desastroso y epidérmico de Magnolia), es mucho más simple, es el olfateo entre perros, el reconocimiento de la derrota, la certeza de que 'nadie es profeta en su espejo', de que uno no busca el placer, busca el dolor de los otros para encontrarse, con suerte, a uno mismo.

El casting es enorme y perfecto, la conexión entre personajes complejísima y al tiempo lógica (sugerencia: vean el cuadrito en wikipedia al respecto), la música de Aimee Mann exacta. La historia crece, se tensa, permanece uno en espera del ruido simultáneo de la explosión entre personajes y la implosión dentro de cada uno de ellos. Viene, se percibe, ahí está, se acerca, y ¡zaz!: el absurdo.



Silencio. La risa esperada de dos o tres espectadores que encuentran en la risa escandalosa una señal para darnos a entender que entendieron (pleonasmo que ya es carencia). Silencio redondo y sonriente. ¡Una película!

Anderson realiza después Punch Drunk Love, horrenda película que muestra simplemente por qué un comediante debe permanecer haciendo gestos (Adam Sandler), y una buena actríz no debe coquetear con la comedia (Emily Watson). Este año se estrenará su nuevo filme There Will Be Blood (ojalá la haya en efecto), protagonizada por un muy venido a menos Daniel Day-Lewis y basada no en un guión original de Anderson, sino en la novela Oil! de Upton Sinclair, ¡sí! el mismo que colaboró con Sergei Eisentein, director de la alucinante (¿qué otra palabra usar?) Bronenosets Potyomkin y la inacabada (pero completísima) Que Viva México!.

Sí, lo pienso y en efecto, la inclusión de Anderson entre los 5 fue producto del entusiasmo y la memoria, putilla de rubor helado (a la Manuel Acuña), que se permite esos devaneos y se contonea fácil por el buen sabor que dejó en la boca Magnolia.

1 comentario:

Mario dijo...

Es que la memoria no sólo es una putilla, también el tamiz que nos hace pensar que los colores eran más brillantes, los políticos más honestos y los niños más respetuosos de los adultos en épocas pasadas. Pero todas son cómodas convenciones... PTA no se ha convertido en mi director favorito, porque creo que es muy joven y le falta mucho por hacer. Eso sí, es de los cineastas que más curiosidad me provocan. Por ejemplo, aunque el mundo de Ripstein me sigue fascinando, no creo que le queden muchas películas más por delante. Es un amor de años de complicidad, no un arrebato pasional como el que me provoca descubrir un nuevo autor... Me encanta "Magnolia". Frente al absurdo de todos los días, siempre acabo diciendo eso de que "estas son el tipo de cosas que si vieras en una película dirías: 'esto no pasa en la vida real'"... De "Boogie Nights" me gusta la presencia de Julianne Moore, su fragilidad a la hora de snifar coca y su calor cuasi maternal a la hora de fornicar con el recién metido a actor porno... De "Punch Drunk Love" me gusta el rostro dulce de Emily Watson y ese amor que literalmente se recibe como golpe de suerte. Aunque tampoco es de mis favoritas... Lo que dices del mundo de los perros me recordó lo que me contó un amigo que vio "Short Cuts" en España (claro, doblada al castizo): la escena que le falta a la versión que pasó en México es la de las correrías sexuales del perro que abandona el poli que interpreta Tim Robbins, y cómo se alternan sus planos con los de las llamadas calientes que recibe Jannifer Jason Leigh. Las vidas de los perros y de los seres humanos, también se cruzan y se descruzan, por el olfato y por el hambre de compañía... Un abrazo...